Dijo que se iba y se fue.
Abrió la puerta y no miro atrás, cerró la puerta muy fuerte como si estuviera cabreadísima. Me tumbe en el sofá preocupado por lo sucedido, pensé unos segundos y saque la conclusión de que volvería. Pasaron un par de horas y no volvió, me levante del sofá y me di un paseo corto por mi casa. Un cuarto de hora pasó desde que me levante del sofá y todavía no había vuelto. Me volví a tumbar en el sofá, otra hora más y no había vuelto. Después de seis horas (por cierto, ya eran las siete de la noche) oí un sonido en la puerta era ella, había vuelto. Si, había vuelto, pero siete horas más tarde de lo que pensé.
Daniel Ruiz Blasco.
jueves, 2 de abril de 2009
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