Erase una vez, un pueblo muy alejado de la guerra iba a saber lo que significa la masacre.
En el pueblo vivía un granjero que se iba a dar cuenta de que la guerra ya había llegado. Se acerco al bosque y sintió un mal presentimiento, hoyo unos ruidos raros y de los arboles saltaron bestias horribles. El granjero corrió y corrió, llego al pueblo y grito:
-¡las bestias nos atacan! ¡Es el fin! Gritó el pobre granjero traumado por el SOC de nervios. Los habitantes del pueblo gritaron de miedo, la policía (o el ejercito del pueblo) se colocó en frente del bosque un unas bestias rompieron el muro de soldados. Unos caballeros, unos cuarenta, salieron del bosque con unas mazas y se llevaron unas catorce cabezas por delante. Eso sí que era una carnicería, los caballeros sí que sabían defenderse pero la brutalidad de las bestias era superior. Solo quedaban catorce soldados en pie y unos treinta caballeros, las bestias parecían que habían disminuido.
El granjero apoyo a los aldeanos que habían decido luchar, ya quedaban solo unos veinte monstruos, y entre todos nosotros éramos cuarenta. Casi habíamos exterminado la invasión, casi, casi. Pero… un monstruo un tanto peculiar hizo unos movimientos con su arma, y unos meteoritos cayeron a gran velocidad y mato a varios soldados. El granjero miro hacia el chaman (que era el monstruo un tanto peculiar) y con un gesto de victoria, fue corriendo hacia el chamán, metió un salto espectacular y mató al chamán. Los habitantes del pueblo habían derrotado a todos los monstruos.
jueves, 16 de abril de 2009
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