Cuando llegamos a los meses de septiembre y octubre, sabemos que no vamos adentrando en el otoño, pero los árboles, lo saben sin calendario ni reloj.
Cuando notan que la luz no es tan luminosa como en primavera o verano, dejan caer sus hojas, y estas se vuelven marrones, cobrizas y amarillas.
Al necesitar una cantidad de luz para hacer el ciclo de la fotosíntesis y no tenerla, dejan caer sus hojas al suelo y de esta manera protegen sus raíces para todo el invierno.
En primavera, al haber más luz solar, las hojas vuelven a crecer, todas las plantas florecen y en otoño vuelta a empezar.
Elena Macipe Magallón
viernes, 28 de noviembre de 2008
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